Para llegar al diagnóstico de la enfermedad, el clínico debe realizar una buena historia clínica, recogiendo datos acerca de las características de las deposiciones, cuantía y tipo de sangrado, hábitos alimenticios, antecedentes personales y familiares, fármacos que toma, etc.
Posteriormente se realizará el examen físico, que debe incluir un tacto rectal que permite inspeccionar la piel alrededor del ano buscando alguna anormalidad, como vasos sanguíneos inflamados, heridas, etc.
Para realizar esto el paciente debe colocarse de lado sobre la camilla, o bien de rodillas apoyado en los codos hacia delante (posición genupectoral).
Generalmente, el diagnóstico de la fisura anal es sencillo, no se necesitan grandes y especiales exploraciones para ello. Suele bastar con una inspección del ano, en el que se observa normalmente sobre el margen anal posterior, la ulceración acompañada de una hemorroide centinela. Además se aprecia un esfínter anal aumentado de tono. La exploración debe ser cuidadosa, por el dolor que puede producir el hacer el tacto rectal, señal de que la fisura esta justo en la zona de más dolor.
Como pruebas complementarias el médico puede pedir una analítica con hemograma y bioquímica, así como pruebas de imagen. Algunas de estas últimas pueden ser:
- Anoscopia: se introduce un tubo hueco, rígido y corto con luz, en el ano para visualizar las lesiones.
- Proctoscopia: se introduce un tubo con luz en el ano, que le permitirá al médico examinar completamente todo el recto.
Otras pruebas como la sigmoidoscopia o la colonoscopia, son solicitadas cuando el médico sospecha que pueda existir enfermedad a otros niveles del intestino (tumor, enfermedad inflamatoria), ya que estas permiten observar otras porciones del intestino grueso, además del ano y recto.