Para llegar al diagnóstico de la enfermedad de colon irritable, el clínico debe realizar una buena historia clínica, recogiendo datos acerca de las características de las deposiciones, horario, sensación acompañante, hábitos alimenticios, antecedentes personales y familiares, fármacos que toma, etc. En esta primera entrevista, el médico podrá agrupar al paciente en los diferentes subgrupos clínicos comentados anteriormente.
Además, en el interrogatorio habrá que preguntar también por otros síntomas que hacen dudar el diagnóstico de esta enfermedad, y que permite sospechar que el origen del dolor abdominal es otro. Estos datos diferenciales son: inicio de la enfermedad en edad avanzada, curso clínico progresivo, dolor abdominal que despierta por la noche, fiebre o anorexia o perdida de peso acompañante, presencia de sangrado no atribuible a hemorroides o fisura anal, etc.
Existen varios criterios diagnósticos para definir este síndrome y ayudar en su identificación. Uno de los más usados son los criterios de Roma, que consisten en:
• El paciente debe presentar en la historia clínica dolor abdominal con una o más de las siguientes características: mejora con la defecación, se asocia con cambios de la frecuencia defecatoria o se asocia con cambios en la consistencia de las deposiciones.
• Además se añade dos o más de los siguientes síntomas en más del 25% de los días: alteración de la frecuencia defecatoria, alteración de la consistencia de las deposiciones, esfuerzo defecatorio, urgencia o sensación de evacuación incompleta o moco en las deposiciones.
• Estos síntomas deben estar presentes al menos 12 semanas en el último año, ya sean de forma consecutiva o no, para poderlos catalogar como síndrome de intestino irritable.
Posteriormente se realizará un examen físico completo al paciente, que debe incluir una completa exploración abdominal. Además, en los pacientes con sospecha de padecer síndrome de colon irritable, se pueden practicar algunas de las pruebas complementarias siguientes:
• Análisis de sangre y orina.
• Análisis de heces.
• Estudio morfológico del colon: sigmoidoscopia y/o colonoscopia, o enema de bario con doble contraste, recomendados fundamentalmente en los mayores de 50 años.
En general, en esta enfermedad todas las pruebas realizadas no muestran hallazgos patológicos, y la presencia de alteraciones debe hacer sospechar que realmente subyace otra enfermedad, y obliga a hacer un buen diagnóstico diferencial.